Análisis y Opinión
Junio de 2012
Tanta represión policial contra los sectores populares derivó en un amotinamiento de los policías en varias ciudades del país por mejores sueldos y menor “explotación laboral”. Parece humor negro pero es la realidad. La gestión de Evo Morales está alcanzando records históricos de conflictos sociales, sale de uno para entrar en otro y el turno ahora es de los policías de bajo rango que exigen una nivelación salarial a la par de los efectivos de las FFAA y otros beneficios sociales.Los policías amotinados han revelado que en los últimos tiempos han “trabajado” más de 430 horas al mes, es decir cerca de 14 horas por día. Y los maestros, trabajadores en salud, estudiantes universitarios, campesinos, indígenas, mineros asalariados, discapacitados, activistas ecológicos, círculos de anarquistas, y hasta vegetarianos, y un sinfín de sectores populares pueden dar fe de que esa Policía está persiguiendo y reprimiendo con brutalidad y sin descanso sus reclamos, protestas y hasta simples manifestaciones.
La Policía Boliviana es sin duda un aparato represivo del Estado que concentra en sí todos los males de la vieja sociedad: la corrupción, el tráfico de influencias, la complicidad con el crimen organizado, la violación de los derechos humanos (con la tortura como cosa común) y el narcotráfico (caso Jefe de Inteligencia Nacional-Cnl. Sanabria) son los escándalos comunes en esta institución. El gobierno de Evo, como ninguno en la historia, ha defendido a la Policía y a las Fuerzas Armadas a capa y espada, calificándolas incluso de revolucionarias. Esta defensa se ha traducido, en los hechos, en impunidad para los policías en innumerables crímenes y violaciones de derechos humanos.
Como ha ocurrido siempre en Bolivia, el gobierno se ha garantizado la fidelidad de los oficiales (Alto Mando) a través de beneficios y privilegios, pero la gran mayoría de uniformados de la tropa percibe bajos salarios y soporta el peso de la jerarquía policial que los trata como a pongos (servidumbre).
La tropa policial, con sus cónyuges como punta de lanza, se amotinó este 21 de junio en las unidades policiales de varias ciudades del país, aunque con un importante núcleo ubicado a pocos pasos de Palacio de Gobierno en la ciudad de La Paz.
La crisis del gobierno de Evo es evidente, viene enfrentando protestas de los sectores del pueblo y ahora el conflicto se produce dentro de la propia institución represiva. Éste no es un hecho aislado ni una mano negra para perjudicar al gobierno, es la expresión de que vastos sectores populares no pueden seguir manteniendo su vida en condiciones de pobreza extrema.
Esta crisis se produce cuando el gobierno recientemente nombró como Comandante General de la Policía a un “tira” o “buzo” (agente de Inteligencia) que ingresó a esa institución en la época de los gobiernos militares más represivos y que se desempeñó como jefe de inteligencia durante la brutal golpiza a los indígenas de la VIII Marcha en defensa del TIPNIS.
A pesar de que el gobierno reprime cada vez con más frecuencia y dureza al movimiento popular, lo que incluye un mayor disciplinamiento en sus tropas, este caso es la expresión de una crisis del Estado boliviano tanto como de la propia administración de Evo Morales. Este problema es una muestra más de que el “proceso de cambio” de Evo ha sido tan superficial y relativo (tan propagandístico), que los problemas del ejercicio del poder (en este caso relación gobierno-policía), las demandas sociales, las luchas populares retornan al cauce anterior de principios de la década del 2000.