¿Es el fin del “Socialismo del siglo XXI”?

Foto: A Nova Democracia

Wilson Enríquez

21/03/2014

Reproducimos este artículo del periódico A Nova Democracia cuyo contenido compartimos plenamente. La situación de Venezuela, como hemos esbozado anteriormente no es la misma que Ucrania, aunque comparte ciertos rasgos. En Venezuela está en juego el fracaso del programa reformista,  la incapacidad de un demagogo (Maduro) que ha heredado la crisis chavista. No se puede decir que el pueblo está mejor con Maduro que con los gobiernos retrógrados, se trata simplemente de que el programa reformista burgués se agotó y entró en crisis y la pugna entre conservadores y reformistas se ha puesto a la orden del día, pero como toda crisis golpea al pueblo y éste también reacciona y protesta, sería realmente miope pensar que el conflicto en Venezuela se reduce a la pelea entre Maduro y los fascistas, el pueblo venezolano es el que resiste la profunda crisis económica (paradójico en un gobierno que tiene tanta riqueza y una clientela bien atragantada) y el que inicialmente protesta, otra cosa es que la oposición conservadora saque partido de ello y que el imperialismo quiera ganar a río revuelto. Sin embargo los intereses del imperialismo en Venezuela están por buscar un administrador más afín, porque no se puede decir que en general los intereses yanquis  y el de las grandes petroleras están totalmente afectados en Venezuela, la renta petrolera sigue fluyendo al capital imperialista y la banca privada sigue batiendo récords, ¿cómo podemos pedir entonces al “revolucionario” Maduro que acabe con los fascista, si su modelo económico los alimenta mejor que los conservadores?

La responsabilidad de la traducción de este artículo es responsabilidad nuestra.

Análisis y Opinión

 

¿Es el fin del “Socialismo del siglo XXI”?

Wilson Enríquez

Las revueltas del barrio oeste de Caracas y de Táchira, azuzadas por las viejas oligarquías venezolanas ligadas con el grupo mediático yanqui CNN y detrás de ellos los grupos mediáticos más poderosos de América Latina, revelan una tentativa de rediseñar o restaurar el panorama de la geopolítica latinoamericana. Con eso esperan que el imperialismo yanqui pueda retomar su protagonismo en la región, ya que en los últimos estuvo más envuelto en sus negocios en Oriente Medio.

Esta tentativa de reconstrucción de la presencia yanqui en su supuesto “patio” es producida casi un año después de la muerte del caudillo venezolano Hugo Chávez, también después de un año que Nicolás Maduro –su sucesor- ganase las elecciones sobre Enrique Capriles, en el pleito electoral más apretado de Venezuela en los últimos quince años.

Los yanquis así como la oligarquía venezolana saben que los procesos nacionalistas, también llamados populistas, en los cuales se fortalece la burocracia en los países de la región, responden a ciclos cuyo horizonte temporal no acostumbra pasar de dos décadas. Así como también son consientes de que estos procesos son extremadamente dependientes de la figura del caudillo o líder, al cual prácticamente están atados. Por todos estos motivos es que ellos están fustigado a Maduro –cuyo carisma está muy debajo de Chávez- a través de los medios de comunicación de alto impacto, como CNN y sus cadenas “hermanas” en toda América Latina, en el plano internacional. En el plano nacional, estudiantes venezolanos y gran parte de la población de San Cristóbal –en Táchira- son inflados bajo el yugo del látigo.

El engranaje de Chávez se basó en la conformación de una corte de burócratas adheridos al Estado venezolano, dentro de los cuales el ejército jugaba un papel importante. Toda a maquinaria populista de chavismo estuvo sustentada en el discurso del “Socialismo del siglo XXI”. Estableció alianzas con un grupo regional de poca relevancia económica llamada Alba (Alianza Bolivariana para las Américas), como contraposición a la tentativa del imperialismo yanqui de establecer un acuerdo de libre comercio con todos los países latinoamericanos, ALCA, y paralelamente trabajó ara el ingreso de Venezuela al Mercosur, en el plano económico; y en el plano político se empeñó en estimular el grupo de naciones llamado Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas).

En lo que se refiere a la economía interna, en que pese al discurso supuestamente emancipador, Venezuela se volvió más dependiente que nunca de su renta petrolera, basada en el más primario de los extractivismos. De esta forma, el país acabó sin modificar un gramo en el patrón de explotación económica, a pesar de los cantos de sirena del populismo chavista con la creación de Petro América y Petro Caribe, cuya relevancia para Venezuela y la región es mínima e irrelevante. Además de eso, nunca pudo garantizar seguridad y soberanía alimentaria porque gran parte de los alimentos consumidos por los venezolanos provienen de los países de la región.

Inclusive durante el gobierno de Hugo Chávez a escasez de alimentos fue tan crítica que rápidamente se formaron filas en todo el país para obtener los productos alimenticios básicos, que eran subsidiados por el gobierno. Esta situación fue hábilmente aprovechada por la oposición yanqui que, hace décadas, utiliza el tema de las filas para la obtención de alimentos como un hecho que genera disgustos en vastos sectores populares y que, además de eso, fue rápidamente asociado con una de las deficiencias y reminiscencias del “socialismo cubano”. De otro lado, como era de esperarse, fue creado un mercado especulativo que venía sustentando el contrabando de alimentos con el auxilio de determinados sectores económicos colombianos.

Por más que la caída de Maduro haya sido evitada –por lo menos en el corto plazo- por el trabajo de la diplomacia venezolana en la región, apoyándose principalmente sobre la aún débil Unasur, no deja de ser evidente la debilidad de lo que resta del régimen chavista, en todos sus sectores: internacional, nacional, político, económico e ideológico.

Se vislumbra un rediseño de la geopolítica latinoamericana en mediano plazo que emerge del alarido del llamado “socialismo del siglo XXI” en el cual los Estados Unicos y sus aliados intentan retomar las posiciones perdidas.

Para los revolucionarios latinoamericanos es la oportunidad de fortalecer sus convicciones, enraizar los argumentos por los cuales Chávez fue criticado durante todo este ciclo que ya parece acabar. En perspectiva, el llamado “Socialismo del siglo XXI” camina para su fin y de alguna forma no afectará solamente al proceso venezolano, sino también los procesos boliviano, ecuatoriano y nicaragüense. Pero, sobre todo, la tarea principal de los revolucionarios latinoamericanos es no permitir que el fracaso de la herencia chavista sea asociado al socialismo, ya que esta experiencia en nada contribuye para la construcción de un mundo nuevo.

http://www.anovademocracia.com.br/no-127/5254-e-o-fim-do-socialismo-do-seculo-21

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