El gran fracaso de Evo Morales en las elecciones judiciales

bolivia

 

Análisis y Opinión

04/12/17

 

En una de nuestras últimas publicaciones hemos señalado nuestra posición frente a las elecciones judiciales, no participar de dicho proceso que legitima las políticas reaccionarias del viejo Estado, nuestra posición ha sido casi solitaria entre las organizaciones que cuestionan y combaten al gobierno de Evo Morales donde muchas de estas llamadas de izquierda consideran que hay que combatir al gobierno en las calles y “en las urnas”. Nuestra posición es de principio, sabemos que las condiciones políticas en Bolivia son aún germinales para generar un movimiento de boicot electoral sin embargo esto no nos impide plantear lo que pensamos.

Aún así, los resultados preliminares señalan una participación del 80% de personas inscritas para votar, lo que quiere decir que un 20% no votó, esto se refiere más o menos a un millón de personas que no participaron del proceso. Por supuesto no vamos a decir que aquello sea producto de nuestro llamamiento, eso es algo que no visualizamos aún en nuestros mejores sueños. La ausencia en la participación electoral se da por otros motivos, incluso un 20% de ausentismo sigue siendo una participación importante considerando los niveles de participación electoral en el país.

Nosotros también señalamos que si bien hemos llamado a la no participación en las elecciones judiciales entendíamos que buena parte de la población iba a cuestionar al gobierno usando el voto nulo o en blanco, dos opciones que para el gobierno y el sistema electoral del viejo Estado boliviano no cuentan para nada.

Los resultados preliminares, con un escrutinio del 90% según la página del organismo electoral, dan cuenta de que los votos válidos con mucho esfuerzo llegan a la tercera parte de la votación realizada, es decir, a un 33%, esto es hablando en promedios porque en un solo paquete se han elegido a autoridades de cuatro tribunales judiciales y con mayor o menor medida podemos señalar que su mejor promedio alcanza esa cifra, incluso apelando a datos de medios de prensa progubernamentales como el periódico La Razón.

Estas cifras revelan la envergadura del fracaso de las elecciones que Evo Morales y de su gobierno. Casi un 66% de votos son los llamados No Válidos, entre los que destaca el voto nulo que en promedio superó el 50% del total de votos. Una vez más, como sucedió el 2011, la población expresó su total rechazo al gobierno y a sus medidas políticas demagógicas. Solo el voto nulo, con un promedio del 51% ha superado ampliamente al total de votos de los 32 candidatos de la papeleta electoral, si a esto se suman los votos blancos tenemos un 66% de votantes que han puesto en cuestión la legitimidad de las autoridades que con seguridad serán reconocidas por el gobierno agravando y profundizando aún más su legitimidad frente al pueblo.

El gobierno hará caso omiso de este resultado como lo ha anunciado Evo Morales con total cinismo al decir que los nuevos magistrados son totalmente legítimos o como ya lo había dicho Alvaro García Linera con especial desfachatez y simplismo que si un magistrado recibe 157 votos está habilitado para asumir el cargo, refiriéndose a que en gobiernos anteriores el cuoteo político pactaba la elección de magistrados entre esa cantidad de diputados y senadores. Mucho discurso cínico para buscar legitimidad donde no lo hay, García Linera, experto en manosear y tergiversar la historia dice que las nuevas autoridades judiciales son elegidas por el pueblo, cuando en realidad los candidatos fueron elegidos de entre sus partidarios (uno de los que adquirió mayor votación es ex funcionario de varias reparticiones estatales y con seguridad será servil a las necesidades de su partido) y elegidos por un puñado de sus partidarios en el parlamento. García Linera no es tonto, no se traga lo que ha dicho, él cree que el pueblo es tonto, lo que no se da cuenta es que ese discurso solo cala en militancia borreguil de su partido de donde ha salido más de uno a repetir como loro las palabras del vicepresidente. Lo cierto es que si en un proceso electoral la suma de votos de todos los candidatos solo llega al 33% y su rechazo es el 66% entonces se trata de un escándalo histórico sin precedentes y no se puede llamar a eso legítimo. Evo Morales tendría que decir con mucha razón que en los gobiernos neoliberales no pasaba eso, solo en los tiempos del “proceso de cambio”.

Pero  la población sabía antes de votar que su elección no iba a cambiar en nada la posición del gobierno, porque en realidad en estas elecciones no está en juego la transformación de la justicia; esa es una quimera que nadie cree, porque la población ha vivido y sigue viviendo en carne propia la podredumbre de todo el poder judicial y sabe con toda certeza que ésta sirve como siempre a los poderosos, a los corruptos y al gobierno de turno.

Ya hace tiempo que una buena parte de la población ha decidido expresar su rechazo votando como lo ha hecho. El gobierno ha dicho una y mil veces que estas elecciones son para elegir magistrados y no es un plebiscito, este discurso no ha influido en la percepción ni la intención de esa buena parte de la población que ha expresado en el voto nulo no solo el rayar la papeleta electoral sino realizar una serie de expresiones de protesta contra el gobierno a través de bromas, burlas, insultos a las autoridades y un casi nulo respeto al proceso electoral. Como pocas veces en la historia política del país, las elecciones del viejo Estado han sido un verdadero circo que ha arrancado carcajadas a no pocos jurados electorales y público presente a la hora de mostrar las papeletas en el recuento. La “majestad” del acto eleccionario, incluso con esa celebrada “participación ciudadana” que resaltan las autoridades políticas y electorales para hablar bien de la “madurez democrática del pueblo boliviano”, se ha venido abajo cuando el pueblo decidió hacer de su expresión política en la papeleta electoral un variado número de collage, garabatos y consignas de todo calibre contra el Estado y sus autoridades.

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Las papeletas electorales estuvieron cargadas con todo tipo de mensajes, recortes de fotos, como la de la ex novia de Evo, Gabriela Zapata, insultos al gobierno, denuncias de corruptos, referencias a problemas sexuales y hasta una petición de matrimonio

 

Las autoridades gubernamentales han dicho que estas elecciones no fueron un plebiscito, pero en realidad si lo fueron, igual que en el 2011, en esta ocasión el acontecimiento se realizó en medio de la decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional de habilitar a Evo Morales para ser candidato indefinidamente, algo que la Constitución Política del viejo Estado prohibía expresamente, además la resolución desecha de un plumazo la decisión que el pueblo boliviano adoptó el 21 de febrero del año pasado rechazando la pretensión del caudillo de postularse una vez más como candidato a la presidencia. El resultado habla claramente de un rechazo al gobierno y en particular a Evo Morales pues la población está indignada con el manejo político del gobierno sobre las instituciones judiciales y el servilismo de éstas al gobierno.

La expresión de rechazo electoral tampoco ha sido por la “campaña de la derecha” como justifica el gobierno. Algunos funcionarios han tenido que relativizar esa justificación diciendo que “una parte de esa votación corresponde a la campaña de la derecha”. Si bien la oposición conservadora representada por las viejas posiciones de la burguesía compradora, ha hecho campaña también una parte de la población ha llamado a votar nulo a través de diversas organizaciones y parte del movimiento popular.

Para mucha gente fuera de nuestro país, en particular aquellos sectores revisionistas y oportunistas de la pequeña burguesía “progre” que defienden al gobierno de Evo Morales, existe la creencia de que todo el movimiento popular y los pobres de Bolivia se encuentran firmemente al lado de Evo Morales, eso no es cierto, desde el inicio mismo del gobierno de Morales una parte del movimiento popular nunca estuvo de acuerdo con su gobierno, este sector ha ido creciendo y haciéndose más visible y distante de la oposición conservadora que combatía a Evo Morales.

Para el movimiento popular contestatario y revolucionario la distinción entre “izquierda” y “derecha” solo es un matiz del viejo Estado, del viejo sistema, ambos son parte del mismo orden político y económico. Lo que el MAS llama derecha son sectores tradicionalmente ligados a un discurso liberal burgués pero con rancias posiciones latifundistas, clericales conservadoras con ciertos matices entre ellos que dicen ajustarse a la construcción de una institucionalidad democrática (Estado de derecho) y que económicamente son parte de una facción de la gran burguesía boliviana y un sector de terratenientes, y que actualmente en su discurso contra el “autoritarismo” arrastra a sectores de la pequeña burguesía y la burguesía nacional.

Por otro lado el MAS está ligado a posiciones nacionalistas burguesas, con discursos de inclusión de todos los bolivianos, campesinos, obreros, comerciantes, empresarios, fuerzas armadas, pero que en la práctica su alianza es cada vez más con los representantes empresariales y terratenientes mientras se distancia, reprime y persigue a los sectores populares que lo apoyaron (Caranavi, Achacachi, entre otros), su práctica política está comprometida con posiciones socialfascistas negando las reglas que él mismo establece cuando no le conviene, estableciendo un control corporativo sobre el movimiento popular y rompiendo la institucionalidad trabajada por sus predecesores, no porque esté destruyendo el viejo sistema y construyendo otro, el MAS rompe su propia institucionalidad cuando no resulta beneficiosa a sus intereses, por ejemplo organiza un referéndum y dice que va a respetar la decisión del pueblo en las urnas pero cuando tiene un resultado adverso, como el 21 de febrero donde la población le dijo no a sus aspiraciones electorales, las rechaza. El discurso del MAS es demagógico y ecléctico, usa discursos furibundos de revolución y socialismo, pero no tiene reparos en ir a Nueva York a pedir que venga el imperialismo yanqui a “invertir” a Bolivia, su “antiimperialismo” es multicolor y pragmático y básicamente le sirve para cuestionar a sus oponentes. Tras de sí tiene a un sector de terratenientes que han pasado como ministros en su gobierno, tiene también a empresarios y socios poderosos en la banca y el capital industrial, como lo han reconocido implícitamente autoridades de la banca y recientemente la Ministra de Comunicación al señalar que la estabilidad que el MAS dio al país permitió a los empresarios privados tener grandes ganancias todos estos años. Evo ha perdido a gran parte de la pequeña burguesía, pero aún mantiene a un sector de campesinos, especialmente a través de una costra dirigencial prebendal y a su clientela en la administración estatal que controla y moviliza a través de diferentes mecanismos de coacción y chantaje.

Los resultados del proceso electoral, dentro del marco de esta dictadura de clase, muestran que el rechazo creció en relación a la anterior elección judicial, el voto nulo aumentó en un 10%, incluso la no participación electoral se elevó ligeramente, el gobierno con este ya tiene tres procesos perdidos si contamos los resultados del 21 de febrero del año pasado. Las luchas políticas recién están empezando, la decisión de las autoridades constitucionales de validar la postulación de Evo Morales indefinidamente son en este momento el problema político más relevante, aspecto que no niega que los problemas fundamentales como la crisis económica que estamos atravesando conjuntamente con los demás aspectos de la crisis de sistema, por el contrario son un gran acicate para emprender la lucha contra este gobierno reaccionario y sus política en contra de la población principalmente pobre y contra el movimiento popular contestatario contra el que sin duda la represión y la persecución se intensificará.

 

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